Prevención en las caídas de ancianos
Todos nos hemos caído alguna que otra vez, sin embargo lo que a una edad puede ser un simple rasguño, a otra puede provocar algo más grave. Con el paso de los años, las caídas ganan importancia, puesto que somos más vulnerables a lesiones (fracturas de brazos, piernas, caderas…). Se trata de un tema sumamente importante, ya que las caídas, productoras muchas veces de fracturas, pueden ser causa de graves complicaciones que incluso pueden llevar a la muerte. Las caídas reiteradas son indicadoras de una situación de fragilidad y son tanto el resultado como la causa de diversas patologías.
Desde siempre, las caídas se han considerado como sucesos fortuitos o como una consecuencia inevitable del envejecimiento. No obstante, pensar así es un error muy común. Las caídas son “predecibles” y por tanto susceptibles de prevención. Identificar los factores de riesgo y conocer la causa es esencial en la prevención de las mismas.
Muchas caídas tienen una causa que salta a la vista, pero generalmente están motivadas por la suma de muchos factores. Los factores de riesgo responsables de una caída pueden ser intrínsecos o extrínsecos. Los intrínsecos están relacionados con los cambios por el envejecimiento (disminución de la agudeza visual, la audición, la sensibilidad, los reflejos o la musculatura), los procesos patológicos (síndrome de disfunción del equilibrio y la marcha, Parkinson, artrosis, patologías del pie, demencia…) y la iatrogenia (automedicación, utilización abundante de psicofármacos, fármacos hipotensores…). Por otro lado, los factores de riesgo extrínsecos tienen que ver con las condiciones del hogar, la vía pública o los medios de transporte (suelo irregular o resbaladizo, escaleras de peldaños altos, iluminación, objetos en el suelo, semáforos de breve duración…).
Consecuencias
En lo que respecta a las consecuencias que pueda tener una caída en un anciano, existen de tres tipos: físicas, mentales y funcionales. Aunque también podría conllevar consecuencias socio-económicas. Las físicas pueden ir desde traumatismos menores (contusiones, esguinces) hasta lesiones graves que pueden acabar con la vida de la persona afectando sus órganos internos o agravando enfermedades del individuo. En cuanto a las consecuencias mentales, la persona puede adoptar un estado de confusión o caer en depresión. Además, puede provocar problemas funcionales, como la pérdida de autonomía.
Para prevenir estas caídas y ostentar una buena calidad de vida, es necesario determinar los factores de riesgo de las mismas y tratar de eliminarlos. Un buen comienzo sería realizar actividades físicas regularmente, llevar una dieta equilibrada y evitar hábitos tóxicos como el alcohol o el tabaco.